Crónica desde Gaza

ACPP ONGD que trabaja en GAza en el rpyecto Ruwomed

Crónica desde Gaza

La primera imagen cuando llegas al paso de Erez es la de una terminal un tanto descuidada, que se vislumbra a través de las barreras que te separan de sus paredes de cristal. Incluso tras pasar por el control de pasaportes, gracias a la experiencia acumulada en checkpoints en Cisjordania, piensas que realmente no es tan fiero el león como lo pintan. O que has tenido suerte y es un buen día para cruzar. Pero es tras seguir las fechas que indican “to Gaza” y pasar por una puerta metálica que abren a distancia que la realidad de la Franja se empieza a mostrar ante ti, en forma de cientos de metros de corredor enrejado que has de recorrer por la tierra de nadie antes de llegar al control palestino.

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Si eres un VIP te vendrán a recoger en unos carritos de los que pueblan los campos de golf de España y en semejante carroza harás tu entrada triunfal. Como en Asamblea de Cooperación por la Paz somos gente más modesta, te toca cargar con tu macuto y echar a andar, pero eso te permite apreciar el paisaje en toda su intensidad mientras recorres ese pasillo penitenciario que es un recordatorio permanente de donde estás.

Gaza ofrece a quien entra en ella un escenario digno de las imágenes que conservamos en la retina de la II Guerra Mundial, una enorme sensación de desolación y destrucción que se agiganta cuando te adentras en barrios como Beit Hanoun o Shoja’ya, castigados inmisericordemente en la última guerra y con edificios dañados o directamente colapsados allí donde miras. Aun así, bulle de vida, y por todas partes los gazatíes se afanan en intentar recuperar algo de normalidad en una existencia que, la verdad, de normal tiene poco.

Hoy he podido comprobar ese espíritu de los habitantes de Gaza, especialmente de las mujeres de la Franja. Mujeres fuertes que miran al futuro con optimismo, pero no desde el sesudo análisis geopolítico, sino desde el convencimiento de que las cosas deben mejorar, que no es justo que permanezcan así, y que van a poder recuperar lo perdido.

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Las treinta mujeres con las que nos hemos reunido hoy son beneficiarias de un proyecto que ACPP y PARC (Palestinian Agricultural Relief Committes) están llevando a cabo en varios países de Oriente Medio, entre ellos Palestina, con actividades tanto en la Franja de Gaza como en Cisjordania con el apoyo de la Comisión Europea a través de su programa ENPI, y que durante tres años colabora con mujeres y asociaciones para lograr un desarrollo económico de las beneficiarias a través de iniciativas de producción o comercio justo. Hasta aquí sería una intervención, digamos, normal, pero estamos en Gaza y ya comentaba con anterioridad que la normalidad adquiere aquí tintes sombríos habitualmente. Muchas de las mujeres que hoy se han sentado con nosotros alrededor de una mesa lo han perdido todo. Literalmente. Han visto su casa total o parcialmente destruida, han visto volatilizarse debido a los incendios provocados por las bombas los materiales y productos que gracias a esta iniciativa lograron poner en marcha, han visto los destrozos causados por el fuego de artillería, o de tanques, o de la aviación israelí, en sus pequeños comercios desde los que intentaban simplemente mejorar la economía de sus familias para pagar la matrícula en la universidad de alguna de sus hijas e hijos o para poder cuidar de un hijo discapacitado.

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Estas mujeres, que sin conocerse antes de participar en los talleres de esta intervención ahora se ayudan mutuamente con una solidaridad que impresiona, hoy nos han enseñado (desde la humildad y la naturalidad con que lo hacen) una importante lección que sirve para recordar que los proyectos de cooperación o de ayuda humanitaria no son una mera sucesión de conceptos y resultados, sino que deben ser una herramienta de transformación.

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Mujeres que se acogen mutuamente (a ellas y a sus familias) en sus casas porque son más seguras, o que para cocinar usan ingredientes cultivados por otras de las beneficiaras, que intercambian recetas y se piden y se ofrecen ayuda constante a pesar de la situación de necesidad y dificultad que ahora mismo enfrenta Gaza.

Realmente es un privilegio para nosotros poder trabajar con mujeres como ellas.

José Carlos Ceballos Gómez, Representante de ACPP en Oriente Medio



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